martes, 12 de noviembre de 2019

Inspirando Valores, 2019/11/12


Es grato enviar las excelentes reflexiones que este mes nos envía el Dr. Leonardo Oviedo, esperando como siempre,  que su contenido aporte a nuestro a diario vivir y nos haga cada día mejores.


Me permito informarles que estamos a cargo de las pequeñas y grandes reflexiones que nos ayudaran en la consecución de tener un tiempo para  una reflexión y pensamientos con el fin de mejorar nuestra personalidad, nuestro interior.

Admiro a muchos compañeros Kiwanis que tiene esa gran facultad de escribir hermosamente y llegar a nuestros corazones y luego a la práctica. Me limitare a darles ejemplos no míos pero si de personas más espirituales y adelantadas en la evolución de la humanidad escogeré charlas y /o parábolas de maestros. Hoy comenzarte con la charla de Rabindranath Tagore.

Un hombre salió en busca de La Casa de Dios sobre la tierra. Tenía fe, sabía que Dios estaba entre nosotros, que se mostraba a los que lo buscaban, que su propio destino en esta vida era encontrar a Dios en su morada, y a eso se dedicó con consagración decidida. A buscar la casa de Dios.

Abandonó su pueblo, recorrió reinos, visito ciudades, preguntó, peregrino, averiguo, busco, no cejó en su empeño, aunque hubo de cruzar tierras, escalar montañas, descubrir palacios, llamar puertas, perderse en las encrucijadas, pasar hambre, ser tenido por loco pero al fin llegó.

En lo alto de una montaña, en la meseta escondida tras riscos inaccesibles, solemne e impugnable en la majestad de sus muros de piedra y sus torres almenadas, estaba el palacio resplandeciente al sol, con sus altas puertas labradas de maderas nobles, a las que se llegaba a través de una larga escalinata de altos escalones de marfil, encima de la puerta brillaban las letras de oro:  LA CASA DE DIOS.

El hombre en búsqueda de Dios se paró ante la meta final de sus esfuerzos, contemplo la vista, pensó que dentro de pocos instantes habría por fin terminado felizmente su tarea de toda la vida, subió los escalones despacio, uno por uno. Mirando siempre a la puerta que, al abrirse revelaría el misterio de los misterios, la imagen misma del Dios vivo ante sus ojos. Momentos benditos por el que había esperado y luchado toda su vida.

Llegó a la puerta, extendió la mano, cerro el puño, y con gesto decidido llamó a la puerta. Espero. Llamó otra vez. Esperó. Llamó tercera vez. Y una voz de cascadas de agua y truenos de tormenta respondió dese adentro” ya voy”.

“Ya voy” Dios venia. Un momento más, y se abriría la puerta, se haría la luz, y Dios aparecería antes sus ojos. La enorme puerta rechinó sobre sus goznes, comenzó a abrirse. Una mano llena de años se vio empujándola hacia adentro. Y entonces…..

Entonces nuestro hombre se dio media vuelta, bajo  los escalones de marfil a toda prisa, echó a correr por la llanura  lejos del palacio y desapareció riscos abajo, sin parar en su carrera y sin mirar nunca atrás. Mientras corría pensaba: “si Dios se me aparece y lo veo ¿Qué hare yo después?? ¿Qué hare el resto de mi vida?? Si ya he hallado a Dios ya no me queda nada que hacer, nada que buscar, nada por lo que esforzarme, nada por que vivir. Si se acaba mi búsqueda, acabará mi vida. ¡No puedo descubrirlo no puedo verlo! Buscar a Dios es mi vida. Sin la búsqueda de Dios mi vida no tiene sentido. Seguiré buscando seguiré viviendo

Y no volvió a mirar hacia el alto de la montaña. .
Es bella la parábola. La bendición es seguir buscando.  

En la eternidad encontraremos a saciedad lo que hemos buscado. Hoy seguiremos buscando en la mirada de los niños.

No busques a la gente cuando algo necesites, búscala cuando está afligida.

No busques a la gente para darle un regalo, regálale tu tiempo y estréchale la mano.

No busques a la gente en lugares lejanos, la gente está contigo, es tu hermana y tu hermano.

No busques a la gente cuando ya se ha marchado, encuéntrala ahora que ésta a tú lado.

No busques a la gente solo por conveniencia y aprende a distinguir a aquellos que te aprecian.

No lleves una flor mañana al campo santo, demuéstrale tu amor al que quieres tanto.

No busques a la gente en terrenos baldíos, aquí en la ciudad hay gente que requiere de afecto y cariño.

No busques a la gente que vive en la opulencia, busca al pobre, al mendigo que una moneda pide afuera de la iglesia.
No busques a las almas solas, huecas, vacías, busca al que comparte y da con alegría.

Hace tiempo a un buen hombre escuché comentar, que la gente de ahora sólo acude a él cuando quiere un favor, una moneda o un pan y yo le contesté que es muy fácil pedir, pero hemos olvidado que sobre todo hay que dar. Tienes razón hermano -me dijo el hombre aquel.

Ya no hay que estar tristes y antes de pedir hay que aprender amar.
No busques a la gente solo cuando requieres que te haga un favor,
regala sobre todo, regálale amor.

¿Qué has hecho hoy para ser mejor que ayer?

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